Sepamos que es para toda la vida
Por: Alejandra Diener | Fuente: www.somosrc.mx
¿Por
qué no vivir juntos sin tener que pasar por tantos trámites? ¿Por qué
no hacer las cosas más sencillas y evitarnos tanta “faramalla”? ¿Por qué
debemos de hacer lo que los anticuados dicen que es el matrimonio, si
basta con que nos amemos? ¿Por qué necesitamos un papelito? ¿Por qué?,
¿por qué? Vivir en unión libre, cohabitar, rejuntarse palabras
que dicen lo mismo, vivir juntos como matrimonio sin estar casados, es
una costumbre que cada vez se practica más. Sobre todo porque
vivimos épocas en las que se supone que hemos evolucionado, que nos
hemos modernizado y se asume que eso significa que debemos de sintetizar
trámites y en este caso particular, evitar procedimientos que tienen
una razón de ser, como lo es un matrimonio civil y religioso.
Estas líneas que escribo son para
hacer reflexionar sobre la importancia de respetar los peldaños que se
deben de escalar para lograr un éxito mucho mayor en una relación que
busca ser para toda la vida. La unión libre no es el camino, lo
digo burdamente, porque es la verdad. Claro está que no voy a
generalizar puesto que estoy cierta que en lo que continúo escribiendo,
ya están comenzando a redactarse los primeros comentarios que me
rebatirán diciendo que conocen a parejas que funcionan perfectamente
desde hace años sin estar casados propiamente. Lo cual no voy a refutar y
sí voy a decir, que es la excepción que hace a la regla.
Un
matrimonio civil y religioso es una relación que se planeó, que se
programó y se pensó, pero sobre todo la clave está en que al momento de
adquirir la obligación y el derecho de amarse y respetarse todos los
días hasta que la muerte los separe, aunque puede ser que no
funcione, por razones que en este escrito no nos ocupan, se llega a un
compromiso, a una determinación que el cerebro, el corazón y la esencia
misma de la persona adquieren al haber ido subiendo los escalones del
noviazgo sin saltarse ninguno.
Porque
una relación entre un hombre y una mujer, que alcanza un grado de
enamoramiento debe de ser como cuando entramos a conocer una casa que
queremos comprar. Cuando llegamos, no pretendemos entrar de inmediato al
cuarto principal pues nos echa a perder las sorpresas y las distintas
habitaciones que son bonitas y que se opacarán si nos las saltamos. Por
ello es imprescindible ir subiendo poco a poco sin saltarnos nada para
que al final tengamos una gran idea de lo que queremos comprar y así
hacerlo con seguridad y sobre todo sepamos que es para toda la vida sin
titubear.
Cuando
hacemos lo contrario, y decidimos que es mejor saltarse toda esa
“perdedera de tiempo” para mejor vivir juntos y “así nos conocemos
mejor” porque si no funciona “total cada quien para su casa” y listo, se
vuelve una relación totalmente condicionada. Leyeron bien, muy bien, el
matrimonio nos da un compromiso, la unión libre una condición.
Vivir
juntos antes del matrimonio es una práctica muy común para las parejas
de muchos países. Muchos lo defienden basándose en que permite a los
futuros marido y mujer conocerse mejor mutuamente. Sin embargo,
existen evidencias abundantes de que la cohabitación, o unión libre, es
más un obstáculo que una ventaja a la hora de prepararse al matrimonio.
Michael y Harriet McManus publicaron un libro titulado “Living
Together: Myths, Risks and Answers” (Vivir Juntos: Mitos, Riesgos y
Respuestas) (Howard Books), que documenta su investigación sobre este
tema.
Los
autores, fundadores de la organización Marriage Savers, Salvadores de
Matrimonios, advierten que las parejas que cohabitan antes del
matrimonio tienen más probabilidades de divorciarse después, ya que hay
una gran diferencia, afirman, entre un lazo permanente como el
matrimonio y el vivir juntos en una relación condicional.
Lo que sucede, queridos lectores, es que lo
típico de la cohabitación es que los dos individuos estén por lo
general más preocupados en obtener satisfacción de la otra persona.
En cambio, en el matrimonio, en contraste, los esposos tienden a
centrarse más en dar satisfacción a la otra persona. Hacer feliz al otro
para que, por añadidura, se sea feliz.
Injusticias
Uno de los mayores problemas con la cohabitación, es que las dos partes suelen comenzar a vivir juntos por motivos muy diversos:
Mientras que muchas mujeres lo consideran como un paso hacia el
matrimonio, los hombres lo hacen por conveniencia, y no como un
compromiso en firme.
Además,
estudios revelan que la cohabitación típica no es una división al 50-50
de los gastos y obligaciones. Las mujeres tienden a aportar más, tanto
en términos monetarios como de trabajo doméstico.
Asimismo, se
ha demostrado que las agresiones físicas contra mujeres son mucho más
comunes entre parejas en cohabitación que entre parejas casadas. La violencia grave y el asesinato están mucho más presentes entre parejas que no están casadas.
Porque
son personas que se caracterizan por no ser responsables y que no están
dispuestas a asumir un compromiso. Entonces esto hace muchas veces que
sean hombres dominantes que quieren hacer su voluntad.
Los hijos
Por otro lado, si esta cohabitación no da el paso al matrimonio y de ahí surgen los hijos, está en boga el bienestar de éstos. Los
niños de las parejas que conviven sin estar casadas tienen grandes
desventajas. Comparados con los hijos de parejas casadas, tienen un
mayor índice de delincuencia, les va peor en los estudios y sufren
psicológicamente del ambiente de un hogar inestable. Asimismo,
dado que las parejas que viven en unión libre tienen un índice de
ruptura mayor en comparación con las parejas casadas, trae consigo más
estrés y tensión para los hijos. Mayores índices de abuso infantil y más
violencia familiar.
De igual forma, está
comprobado que cuando hay hijos en una relación de unión libre, casi
siempre son criados por un solo progenitor, normalmente la madre.
En un gran número de países hay 50% de probabilidades de que un niño
pase algún tiempo viviendo sólo con uno de los papás antes de alcanzar
la edad adulta. Lo cual es funesto porque los hijos tienen la necesidad
psicológica de vivir con padre y madre para desarrollar al máximo su
potencial.
Cuando
una pareja vive en unión libre, tiende a tener un sentido de la
identidad de la pareja más débil, menos voluntad de sacrificarse por el
otro, y menor deseo de ver que la relación se proyecte a largo plazo.
Cuando tienen hijos viviendo este estado civil, el índice de ruptura es
más del doble que en las parejas casadas con hijos. La cohabitación se
debilita aún más cuando tienen hijos.
Preocupación social
Varios expertos en el tema del matrimonio, han manifestado que “La cohabitación en lugar del matrimonio debería considerarse una preocupación social importante”.
Puesto que hay claras desventajas en las parejas que cohabitan como el
compartir el gasto en el hogar. La mujer muchas veces, como lo
mencionaba al principio, termina aportando más tanto en tareas
domésticas como en dinero. Y por el contrario, las parejas casadas,
normalmente son más felices, más sanas y les va mejor económicamente. Ya
que desde un inicio aceptaron asumir una responsabilidad y un
compromiso.
Entonces
lo más recomendable es ir paso a paso conociendo a la pareja, no por
comenzar a tener relaciones sexuales antes y compartir los gastos nos va
a dar seguridad en el matrimonio. Lo importante es asumir una
responsabilidad, estar dispuestos a ser padres, porque una relación
sexual implica en un porcentaje muy alto la posibilidad de una nueva
vida, y sobre todo estar dispuestos a hacer feliz a la pareja sin
esperar nada a cambio. Si pensamos así, de manera desprendida,
sin egoísmo estoy segura que habrá menos Jefas de Familia, menos
divorcios y más niños felices dando grandes beneficios en la edad adulta
a la sociedad.
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